El amor también se aprende. Para ello debemos experimentar la vida, no dejar que pase a nuestro lado y nada más.
Los fracasos, los triunfos; todas las experiencias vividas; las penas, las alegrías; las pérdidas, los reencuentros; van puliendo los sentimientos.
Con el tiempo, si aprendimos bien, vamos dejando de lado lo que no nos hace sentir bien: desaparecen los odios, el egoísmo, la mentira, la envidia.
Y al final del camino nos reencontramos con nosotros mismos. Si hemos aprovechado cada aprendizaje, habremos aprendido a amar todas y cada una de las cosas que nos rodean, y veremos en el espejo del alma a una persona nueva, sin rastros de oscuridad...
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